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Ser FELIZ no significa que todo sea perfecto, a veces la MEJOR opción es la que duele; debemos sentir la ausencia para valorar la presencia. No busques el momento perfecto, sólo busca el momento y HAZLO PERFECTO. Hay días grises, pero a la final SIEMPRE saldrá el sol. Recuerda... sólo vuelve lo que realmente VALE LA PENA, lo que no, simplemente se aleja. EXÍGETE mucho a ti mismo y espera poco de los demás.

13 abr 2010

Para quién se habla

El Lenguaje es una poderosa herramienta para la comunicación La mejor, si se usa en forma adecuada. Pero, lamentablemente, esto no sucede.
En general, los usuarios del idioma creen saber todo lo que a él se refiere y, en la mayoría de los casos, se lanzan a escribir y a hablar sin tener las más mínimas nociones de lo que es correcto o incorrecto.

Siempre que se habla o que se escribe se hace para otro. En eso consiste la comunicación. Cuando el lenguaje es oral, el hablante tiene presente al destinatario. Puede adaptarse a él y manejar el idioma y sus actitudes para lograr resultados satisfactorios.

1) El oyente es reservado, tímido, introvertido.
El hablante deberá lograr su confianza. Lo conducirá, sin apremio, a los resultados que quiere obtener. No lo someterá a preguntas, que tengan que ser respondidas públicamente. Buscará las respuestas por medio de apoyos, que él suministre. Seguirá el método de presentar la contestación comenzada y lograr que el oyente la termine.

2) El oyente es autoritario, imperativo, seguro de sí mismo.
El hablante deberá preguntarle directamente. Elogiar sus respuestas (cuando son acertadas), pero dejar sentado que no son las únicas ni las perfectas. Abrirá un espectro de posibilidades y le dará intervención en las críticas y sugerencias. Dejará sentado que es él quien conduce la conversación y que agradece los aportes que se hagan.

3) El oyente es indiferente, desatento.
El hablante deberá  hablarle con un lenguaje sencillo, salpicar su elocución con anécdotas cortas y graciosas, que capten su interés. Hacerlo decidir entre diversas opciones y elogiar sus posibles intervenciones. Ser contundente en sus afirmaciones. Pedirle una opinión negativa o positiva al respecto.

4) El oyente es gracioso, alegre.
El hablante deberá festejar sus intervenciones. Compararlas, si es posible, con hechos similares. Pero, marcará los frenos, de manera tal que la elocución no se vuelva desordenada.

5) El oyente es lento para comprender.
El hablante deberá pausar su discurso. Interrogará una y otra vez si se entendió lo que ha dicho. No se molestará con las preguntas, que pueden ser reiterativas. Al contrario, explicará de forma diferente y se asegurará de que todo haya quedado claro. 

6) El oyente es superficial, poco profundo.
El hablante intentará, por todos los medios, captar su interés. Empezará por tratar temas fáciles y, de a poco, a medida que comprueba que va atrapando a su receptor, complicará los problemas

No son, por supuesto, los únicos tipos de oyentes que hay. Pero sí los más comunes.
Si el hablante tiene presente que el conocimiento de sus escuchas resulta un arma muy poderosa para el éxito de su conversación, intentará saber lo más posible acerca de él.
No es tan difícil En cuanto una conversación se inicia, los interlocutores emiten señales que tienen que ver con su forma de ser. Hay que estar atentos a ellas, interpretarlas y adaptarse.

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